El Kurupira: («Curupira», o «Kurupí«), es un ser sobrenatural, guardián de los bosques. Este personaje legendario forma parte esencialmente de los mitos de influencia tupi-guaraní.

Su razón de ser es proteger los bosques de los hábitos destructivos del hombre. Tolera a los que cazan para la alimentación, pero se enfurece contra los que cazan por placer, desarmando sus trampas y confundiéndolos para que se pierdan en el bosque. Sus pies hacia atrás pueden tener el efecto de confundir a los cazadores que intenten tratar de seguir sus huellas.

El curupira combina muchas características de hadas del oeste africano y europeas, pero por lo general se considera como un demonio local.

El Añangá:  (en portugués Anhangá, o más propiamente Anhanga, acentuado como palabra grave; en tupí «espíritu») es el protector de la caza, castigando al que mate más de lo necesario, o que persigan una hembra en época de amamantamiento. Aparece usualmente como un ciervo blanco con ojos de fuego.1

Añangá también es considerado un espíritu maligno omnipresente de las tribus tupís – guaranís brasileñas. Es un espíritu casi diabólico, que vaga por la tierra después de la muerte y puede asumir formas animales y humanas.

Boyuna  (del portugués: Boiúna) es un mito de origen amerindio de la zona del Amazonas.

La designación proviene de la palabra mboi que significa ‘culebra‘ y la palabra una que quiere decir ‘negra’.​ Está personificada por una gran serpiente oscura que posee el poder tragarse a las personas y puede transformarse en todo tipo de embarcaciones tales como canoas o barcos, y más raramente en una mujer. Cuando está fuera del agua sus ojos parecen llamaradas. Según la leyenda la boyuna está asociada al origen de la noche: la cobra casa una hija y le envía la noche escondida dentro de un fruto de la palmera «chonta«.

En algunas regiones boyuna se utiliza para designar a un ser maligno que es una mujer, la cual nació de un huevo abandonado, luego se elevó hasta el cielo y se transformó en una estrella del firmamento perteneciente a la constelación de la Serpiente. Debido a las diversas formas que puede adoptar es que existe gente que le tiene mucho miedo, además según la leyenda es muy voraz y ataca por el placer de matar.

Caipora o Padremonte (en Brasil), Ka’aguy póra (en Paraguay, escrito en guaraní moderno) es una entidad de la mitología TupiGuaraní. Se lo representa como un niño indígena de piel oscura, desnudo y con una larga cabellera negra, fuma un cigarro y es muy pícaro. En otras representaciones se lo muestra como un ser antropomórfico peludo con la cabeza de un zorro. A veces se dice que tiene sus pies direccionados hacia atrás para despistar a sus perseguidores. Algunos sostienen que viaja montado sobre el lomo de un gran Pecarí.

Se sabe que ronda los bosques, como rey de todos los animales y es muy vengativo con los cazadores que no respetan las reglas del «juego limpio» durante las cacerías. Se dice que ahuyenta las presas y borra las huellas de los animales o hace que los cazadores se pierdan en la selva.

Cuenta una leyenda sobre este ser, que en un pueblo de Brasil existían dos compadres muy amigos pero muy diferentes, a pesar de que los dos eran carboneros. Se distinguían principalmente por la manera de hacer su trabajo: uno era modesto y cuidadoso, al ir a traer leña para hacer carbón sólo cortaba ramas bajas y trataba de hacer el menor daño posible al árbol, mientras que al otro no le importaba derribar un árbol entero sólo para obtener unas cuantas ramas.

Cuenta la historia que un día el leñador modesto tuvo que ir solo a recoger madera porque su compadre se había enfermado; desde el momento que entró al bosque se dio cuenta de que había algo raro… el bosque estaba demasiado tranquilo, pero después de un rato no le dio importancia, siguió haciendo su trabajo adentrándose cada vez más en el bosque, cuando de repente vio en lo más profundo de este a una manada de animales.

Era una manada rara porque estaba compuesta por un animal de cada especie que habitaba el bosque y lo peor es que se dirigía hacia donde él estaba. En ese momento vio que todos esos animales seguían a un ser muy especial: era un ser alto y fuerte, con cabeza de zorro y lo cubría un pelaje tan largo y grueso que los mechones parecían cordones, pero lo más raro era que tenía los pies al revés, sus huellas se imprimían en la tierra como si caminara en otro sentido y respondía al nombre de Caipora o Padremont.

Al ver a tan espeluznante ser, el leñador no se pudo mover hasta que la procesión de animales se detuvo casi enfrente de él. El ser de cabeza de zorro se acercó al hombre y con una voz ronca y seca le preguntó: – ¿Tienes tabaco? A lo que el leñador, temblando de miedo, sacó de su morral unas hojas de tabaco que llevaba para el viaje y se las dio al ser que extendió su peluda mano y tomó el tabaco.

Inmediatamente después el ser se reunió con los animales y siguieron su procesión a quien sabe dónde. El leñador aún paralizado vio cómo los animales y el ser se alejaban. Después de un rato siguió recogiendo leña pero con una extraña sensación de paz. Al volver al pueblo se dio cuenta de que la madera que recogió era preciosa y que al quemarla para hacerla carbón quedaba brillante, tan preciosa que en el mercado se la compraron toda.

Su compadre que casi no pudo vender carbón le preguntó que de dónde había sacado esa madera y entonces el leñador le narró su historia. El compadre celoso se fue directo al bosque con su morral lleno de tabaco. No tardó mucho en encontrar la manada de animales y al “Padremont”, pero este ignoraba al leñador que le decía: – ¡Mira, aquí traigo mucho tabaco, pero dame de esa madera que le diste a mi compadre! El leñador insistió tanto que de pronto el Padremont se dirigió hacia él con unos ojos llenos de ira y tomó al leñador del torso y con un fuerte tirón lo volteó haciendo que la mitad de su cuerpo estuviera al revés, y después jamás se supo de él.

Se cuenta entre los leñadores que aún se puede ver a un hombre desnudo con los pies al revés rondando el bosque, y dicen que cualquiera que se aventure en el bosque a destruirlo, el Padremont le aparecerá con sus animales y lo volteará.

El cococuco o cucuy es una criatura ficticia de origen ibérico, caracterizado como asustador de niños, con cuya presencia se amenaza a los niños que no quieren dormir. En Brasil existen seres folclóricos similares como la cuca (con cabeza de yacaré en lugar de calabaza)

Iara o Uiara (del tupi ‘y-îara «senhora de las aguas») o «Madre del agua,» de acuerdo al folclore brasileño es un personaje mitológico con características de Sirena.

Olavo Bilac, la describe en su poema A Iara.​

Ella es morena de cabello largo y negro y acostumbra bañarse en los ríos, cantando una melodía irresistible. Los hombres que la ven que no pueden resistirse a sus deseos y saltan al agua y entonces ella los lleva al fondo, casi nunca regresan vivos. Los que vuelven quedan locos y solamente un ritual realizado por un chamán puede curarlos. Los indios le tienen tanto miedo a Iara que tratan de evitar las lagunas en el crepúsculo.

La historia dice que Iara antes de ser sirena era una india guerrera, la mejor de su tribu. Sus hermanos estaban celosos de Iara pues sólo ella recibía elogios de su padre, que era un chamán, y un día decidieron tratar de matarla. Por la noche, cuando ella dormía, sus hermanos entraron a su cabaña; sólo como Iara tenía una audición muy fina los oyó y tuvo que matarlos para defenderse a sí misma y por temor a su padre, huyó. Su padre propuso una búsqueda incesante para ella. Y lograron encontrarla; como castigo, Iara fue arrojada bien en el encuentro del Río Negro con el Solimões. Los peces la trajeron a la superficie y en noches de Luna llena la transformaron en una hermosa sirena de pelo largo negro y ojos oscuros.

Iara fue, según otros, la diosa de los peces.

Yemayá, o Jemanjá, también llamada Yemanyá (Yemọya en NigeriaIemanjá o aún Dona Janaína en Brasil; ver sección Nombre) es la orishá del pueblo egba, divinidad de la fertilidad de la mitología yoruba, originalmente asociada al Mar. 

En Brasil considerado el orishá más popular festejado con fiestas públicas, desarrolló profunda influencia en la cultura popular, música, literatura y en la religión, adquiriendo cada vez más una identidad consolidada por el Nuevo Mundo, conforme puede ser observado a través de su representación por diversos intelectuales, artistas y por el folclore que en su imagen reunieron las «tres razas». Figura en la Dona Janaína una personalidad aparte, seductora, sirena de los mares noroccidentales, con cultos populares simbólicos y accesibles que muchas veces no expresan necesariamente una liturgia. En esa visión, según Bernardo, Yemayá «(…) es madre y esposa. Ella ama los hombres del mar y los protege. Pero cuando los desea, ella los mata y los hace sus esposos en el fondo del mar».5

El Sací (IPA: [sa.’si]) es posiblemente el personaje más popular en el folclore brasileño, siendo un mito originario del sur de este país. Es un joven con una sola pierna (esciápodo), negro o mulato, con agujeros en las palmas de sus manos, que fuma una pipa y usa una gorra mágica de color rojo para aparecer o desaparecer donde desee (usualmente en el medio de un remolino). Considerado un bromista molesto en la mayor parte de Brasil, y una criatura potencialmente peligrosa y dañina en otros, no obstante puede conceder deseos a todos los que logran atraparlo, o consiguen robar su mágica gorra.

Poderes, debilidades y hábitos

Bromista incorregible, el Saci no causa daños de importancia, pero no hay daño que no pueda hacer. Oculta los juguetes de los niños, extravía a los animales de granja, se burla de los perros, y maldice a las gallinas para que no puedan incubar sus huevos. En la cocina, el Saci derrama toda la sal, agria la leche, quema el frijol cocido, y coloca moscas en la sopa. Si unas palomitas de maíz fallan, es por la maldición del Saci. A la menor oportunidad desafilará la aguja de costura, ocultará su ojo y enredará el hilado. Si ve un clavo en el suelo, lo colocará con la punta hacia arriba. En resumen, todo lo que va mal en la casa o fuera de ella, puede ser atribuido sin dudar al Sací.

Además de desaparecer -a menudo sólo deja ver su gorra y su pipa- puede transformarse en Matitaperê, un pájaro esquivo cuyo melancólico canto parece provenir de ninguna parte. Se puede escapar de un Sací cruzando una corriente de agua: el personaje no cruzará porque el agua le causa la pérdida de sus poderes. Otra forma de distraerlo es dejar caer una cuerda llena de nudos, porque se verá obligado a detenerse y desanudarlos uno por uno. También se puede intentar sobornarlo con algo de cachaça o tabaco para su pipa.

Le fascina realizar malabares con brasas u otros objetos pequeños, y dejarlos caer por los agujeros de las palmas de sus manos. Muy hábil, la falta de una pierna no le impide montar a caballo.

Todo remolino -dice la leyenda- lo causa la danza circular de un Sací: se lo puede capturar arrojando dentro del remolino un rosario bendecido, o agitando allí un colador. Con cuidado puede ser atrapado en una botella de vidrio oscuro, que se tapará con un corcho que tenga una cruz marcada. Para esclavizarlo, nada mejor que quitarle su gorra, que es la fuente de su poder: se dice que un Sací esclavizado que recupera su libertad, según el trato recibido, puede llegar a ser un amigo digno de confianza, o un terrible enemigo.

La mula sin cabeza es un personaje mitológico del folklore de Brasil. Se cree que el mito tiene una fuente medieval portuguesa, y debería haber sido llevado a Brasil en el período colonial temprano (siglo XVI o posterior), y estaría relacionada con los mitos de la Muladona y de la Almamula.

Mito

En la mayoría de las historias, sería originalmente una mujer que fue maldecida por Dios por sus pecados, a menudo se dice que fue una concubina de un sacerdote católico que realizó el sacrilegio de tener sexo en una iglesia con él, y por ello Dios la maldijo a convertirse en las noches en una criatura monstruosa conocida como «La mula sin cabeza». En esta historia, algunas versiones además cuentan que el sacerdote también habría sido maldito; y desde aquel día deambularía como un fantasma sin cabeza (conocido como el sacerdote sin cabeza).

La criatura se describe con la forma de una gran mula sin cabeza que en su lugar tiene una llama luminosa con la cual escupe fuego, además transita galopando con herraduras de plata (o de hierro) que producen un sonido horrible, más alto que el de cualquier caballo es capaz de producir. A pesar de estar decapitada, el rebuzno de esta criatura es generalmente muy elevado cuando esta irritada, y se puede escuchar por varios kilómetros; y a veces, si más tranquilo, suena como si estuviera gimiendo una mujer llorando.

Esta criatura tiene la capacidad de trasmitir su maldición a otras mujeres pecadoras. La transformación de esta mujer maldita ocurriría generalmente en un cruce de caminos en la noche del jueves al viernes, sobre todo si la noche es de luna llena. Además la transformación de la mujer en la mula sin cabeza sucede también en el campo psicológico. Su mente se cambia tan rápidamente que enfurece en la noche y sale a los campos, matando ganado, asustando a la gente y causando la destrucción y la confusión. Según la tradición la mula sin cabeza debe galopar sobre el territorio de siete pueblos o parroquias cada noche.

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