No sé si sabían que hay interesantes y serios estudios psicológicos que demuestran que nuestra primera reacción ante cualquier circunstancia, es la verdadera, la auténtica y la lógica.

Así pues, imagínense que venimos caminando y tenemos un tremendo juanete que nos está, “literalmente matando de dolor”, entonces un tipo que pasa, nos pisa y se nos apoya con todo su peso (y era un tipo gordo y grande, muy pesado) sobre nuestro pobre y maltrecho pie.

¿Qué hacemos entonces?:

 Sentimos un tremendo dolor y vemos estrellitas de todos los colores, pero como seres educados y haciendo gala de un civilismo impecable le decimos al tipo que no ha sido nada y estoicamente nos aguantamos esta tremenda carga de dolor, ¿o le pegamos tremendo empujón y lo puteamos hasta su quinta generación?

Las personas comunes, educadas y respetuosas, optarán por la solución social, estúpida, cobarde y genuflexa de no hacer aspavientos y decir que no fue nada.

Pero si el pobre pisado es una persona sincera, natural y que responde verazmente a los impulsos de su condición humana, tomará la segunda opción.

La sociedad ha castrado a los individuos en aras de la convivencia pacífica, hasta tal punto que los ha convertido en unos cobardes, estúpidos y genuflexos, que para cumplir con las reglas impuestas, ¡vaya a saber uno por quién! y se han domesticado servilmente hasta el punto de negar y reprimir sus instintos básicos y naturales.

Por lo tanto, entonces, nuestro primer sentimiento es el auténtico instinto del animal que somos… pero ahora somos unos animales de circo, domesticados y obedientes de las normas que nos impusieron.

¿Qué tendrá que ver esto con el título de esta narración?-dirán ustedes-

Pues bien, esto todo viene a colación o prolegómeno, para contarles que las ganas o el sentimiento de ir a trabajar, ¡son falsos! 

¡Sí, sí!, ¡Falsos, totalmente falsos! Y lo voy a demostrar aquí mismo.

¿Quién en su sano juicio se levanta diciendo?:

¡Qué bueno!, ¡Me voy a trabajar!,  O decirle a los demás (salvo que sea un tremendo mentiroso que dice cosas con aviesas intenciones de lograr o crear una imagen falsa que hable bien de sí mismo) ¡estoy feliz de trabajar, cómo me gusta trabajar!

¡No!, ¡Decididamente no! ¡Si se ponen una mano en el corazón y dicen lo que realmente sienten, sus palabras serán muy distintas!

Seguramente dirán cuando suene el despertador: ¿Ya es la hora? ¡Pero qué mierda!, ¿pero si recién me acosté?

¡Pero a quién carajo se le ocurrió inventar el trabajo!, ¡Ese pelotudo seguramente era alguien que no tenía nada mejor que hacer!!!

¡Ah! ¡No quiero ir a trabajar! ¡Ma sí! yo llamo y me declaro enfermo…

¡Si tá!, pero me van a descontar el día y no voy a cobrar el presentismo…

Y una serie de cosas por el estilo. Porque ir a trabajar es, como está de moda decir ahora, “Es un constructo social” nuestro sentimiento opina lo contrario. Y no se traga esa pastillita de ésas frases motivadoras creadas para engañarnos y hacer que nos sintamos felices con ir a trabajar, tipo:

“El trabajo dignifica”, bueno, entonces  que trabajen los que no tienen dignidad-dice nuestro más profundo sentimiento- “El trabajo es salud” muy bien dirá  entonces, que trabajen los enfermos.

¡Fíjense si será jodido tener que trabajar, que si no nos pagan no vamos!!! ¿O alguien trabaja gratis?

¡A la gente le mintieron alevosamente siempre, desde tiempos pre bíblicos!!!

¿Se acuerdan cuando el vengativo Dios, por haber desobedecido sus mandatos expulsó a Adán y Eva del paraíso?

A Eva la condenó a parir sus hijos con dolor,- ¡que amoroso para con su creación!, ¿eh?- Y a Adán, ¡fíjense bien!, Lo condenó a ganarse el pan con el sudor de su frente (me imagino que acá aparecieron los primeros celíacos…)

Como seres inteligentes que son, no habrá que explicarles que eso de ganarse el pan con el sudor de su frente, es una triste y condenatoria alegoría por “trabajar”.

¿Se dan cuenta? Dios lo estaba expulsando del Paraíso, y como castigo-¡sí como castigo y no como bendición!- lo condena a trabajar…

No tengo que explicarles que esto era una maldición que Dios le dio al pobre Adán…

¿Se dan cuenta? ¡Dios lo maldijo a Adán obligándolo a trabajar! O sea que ya desde tiempos pre bíblicos, trabajar, muy lejos de ser una bendición, es tremenda maldición… ¡y dada por el mismísimo Dios!! Y la iglesia, que todo lo acomoda para que les sirva y les convenga, nos ha mentido y nos engaña diciéndonos que trabajar es una bendición.

¡Patrañas!… Y lo repito: ¡Patrañas!

¡Bueno, por acá los dejo porque me voy a dormir que mañana temprano me tengo que levantar para ir a trabajar!!

                                           By:Eddy

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