Era hija de un acróbata y una cantante.

Cuenta la leyenda que el 19 de diciembre de 1915, bajo una farola de la calle Belleville del distrito 20 de París, nace Edith Piaf.

Su madre Anette, sin recursos para mantenerla la entregó a su abuela materna primero y a la paterna luego. Ésta regenteaba una casa de prostitución, por lo cual las chicas la criaron. Cuando a los 4 años quedó ciega, ellas hicieron una peregrinación hasta la tumba de Santa Teresa en Lisieux y milagrosamente curó.

Al final de la I GM, vuelve con su padre y hace una vida de Artista ambulante, cantando en las calles La Marsellesa, la única canción que conocía.

A los 16 años se queda embarazada de su primer amor, Louis Dupont, pero su hija Marcelle muere a los dos años.

En el otoño de 1935, Louis Leplée, gerente del cabaret Gerny’s de los Campos Elíseos, la descubre en un café de Pigalle e impulsa su carrera.

Su éxito no tarda en llegar. Graba su primer disco en 1936, Les Mômes de la cloche.

En marzo de 1937, debutó en el “Teatro ABC” de París.

Ese triunfo la convirtió en una estrella adorada por el público.

Durante la ocupación nazi, continuó actuando y ayudó a muchos Judíos Franceses a escapar. Cuando terminó la guerra, en 1945, escribe la letra de “La vie en rose”, su canción más célebre.

En la terraza de un café parisino, Edith ya célebre, está con su amiga, la también cantante Marianne Michel, quien le pide las primeras notas de una nueva canción. Edith le entrega un primer borrador, con faltas de ortografía y argot de la calle: «les trucs en rose» (las cosas en rosa), como decía la estrofa, se cambia por «la vie». El 9 de octubre de 1946 Piaf registra en los estudios el segundo himno nacional de Francia, después de la Marsellesa.

En 1948, mientras estaba en una gira triunfal por Nueva York, vivió su gran historia de amor con Marcel Cerdan, pero un año más tarde, él fallece en un accidente.

Seguramente, Cerdan fue el gran amor de su vida, desde entonces siempre vestirá de negro.

Eso la devastó, a lo que se sumaron graves problemas de salud.

Vivía casi retirada del mundo en su pequeño piso del Boulevard Lannes en París, cerca del Bosque de Boulogne, cuando le llegó una canción; “Hymne à l’amour”.

El gorrión volvió a volar…

Se convierte en los 50′ en musa de Intelectuales y Artistas en el París existencialista.

Su estilo único, tan conmovedor y sincero, sólo era un reflejo de su propia vida, y esa emoción vivía en cada canción.

A comienzos de los 60′ el Olympia de París estaba al borde de la quiebra, Edith ya muy enferma interpretó ahí su nueva canción “Non, je ne regrette rien”, y la audiencia de público fue tan grande, que el teatro se salvó.

El Gorrión de París partió un 10 de Octubre de 1963. Ya era una Leyenda…

No, no me arrepiento de nada,

Ni del bien que hice, o el mal,

Es todo lo mismo para mí,

No, de nada en absoluto,

No, me arrepiento de nada

Porque mi vida,

Porque mis alegrías

Comienzan hoy, Contigo…

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