Las brujas no eran brujas, eran mujeres que hacían cerveza. Al menos aquellas con sombreros puntiagudos, grandes ollas, escobas y gatos. Todos esos elementos no eran utilizados por las brujas, sino por las mujeres cerveceras.
Desde el Antiguo Egipto hasta el Nuevo Mundo, fueron las mujeres quienes preparaban esta bebida porque era parte del ámbito doméstico. Con el tiempo, comenzaron a vender la cerveza que sobraba en sus hogares, primero en sus propias casas, y luego en tabernas que también administraban, lo que derivó en independencia económica para muchas de ellas.
El sombrero era parte de un atuendo típico de aquella época, en las grandes ollas se preparaba la cerveza, las escobas se colgaban de las puertas para señalar que allí se vendía, y los gatos, a menudo negros, cuidaban que los ratones no se comieran los granos para preparar la bebida.
A principios del siglo XVI, las mujeres independientes comenzaron a ser mal vistas, y se pensaba que una mujer “decente” debería mantenerse lejos del alcohol. Fue así que algunos cerveceros acusaron de brujería a las mujeres para sacarlas del negocio, y algunas de ellas terminaron en la hoguera. Ese es el origen de la imagen típica de la bruja. Pero no, no eran brujas, solo eran mujeres que hacían y vendían cerveza.