Un día la muerte pasó por un bosque y encontró a una niña pequeña.
La chica, mirando a la muerte montando su hermoso caballo, le preguntó:
– ¿También estás perdida?
La muerte la miró, y con una sonrisa respondió:
– Sí, ¿conoces el camino a casa?
La chica respondió:
– No, pero ahora ya no me siento sola y asustada, porque tú estás conmigo.
Muerte, sorpresa, le dijo:
– ¿No me tienes miedo, aun sabiendo quién soy?
La chica con calma respondió:
– Si vienes por mi está bien pero solo te pediré un favor.
La muerte respondió – ¿Y qué favor sería?
La niña con una mirada triste en su rostro respondió:
– Salva a mi madre, está muy enferma, salí a buscar unas hierbas medicinales al bosque, y me perdí. Lo que más me preocupa es que si no vuelvo mi mamá morirá de su enfermedad y también de tristeza. Estamos solos en casa. Papá murió hace un año y mamá ha estado a cargo de mí y de la casa desde entonces.
La muerte borró su sonrisa, y por primera vez sintió tristeza, estaba en camino para llevarse a la niña.
Y así siguieron caminando hasta llegar a la carretera que los llevaría de vuelta a casa.
Antes de salir del bosque, la niña se detuvo y preguntó:
– ¿Por qué no seguimos adelante?
La muerte respondió:
«Esto es lo más lejos que puedo ir. «
La chica sorprendida dijo:
– Así que… ¿A dónde me vas a llevar ya que estoy contigo?
La muerte miró sus pequeños ojos y dijo:
– No…… Ni tú ni tu mamá van a venir conmigo.
-Ve y cuídala, con el tiempo volveré, y ella irá conmigo.
La chica la agarró de la pierna, mirando como su hermoso corcel cedía, y dijo:
¡Gracias! Te estaré esperando feliz, porque sé que no eres mala!
La muerte azotó su caballo y se perdieron en la oscuridad del bosque.
Todo llegará en el momento establecido, para algo llamado destino. No antes, no después, sino en su momento adecuado.
Autor desconocido