Este es uno de mis cuentos.

Las manzanas

¿Saben?, en el fondo de mi casa hay un árbol de manzanas y está llenísimo de sus frutos, rojos, grandes, dulces y jugosos. ¿No son una delicia las manzanas? Pero no solo para el paladar, sino también para el olfato, y para la vista. Realmente todo un espectáculo, aunque debo confesarles que desde chico, esto, me planteó una interrogante, una duda, que más que una curiosidad  era como un sarpullido que me daba cada vez que las veía y también cuando me acordaba de ellas.

         Mi terrible duda, que me llegaban a quitar el sueño en las noches (¡Sí, sí, como lo oyen, me convertían en un niño insomne!) era una simple pregunta que me hacía una y otra  vez, sin encontrar la respuesta. Y la tan interesante cuestión era:

 “¡Cómo diablos se habían subido todas esas manzanas al árbol de donde colgaban atractivas, exuberantes y para mí enigmáticas!”

         Como si no bastara esa duda cruel para atormentarme, cierta vez escuché que alguien decía que para subir un elefante a un árbol, se debía parar al paquidermo en algún lugar y debajo de él, plantar una semilla de algún árbol y a medida de que éste creciera iría subiendo al elefante hasta quedar encima del árbol. También decía que para bajar nuestro trompudo amigo tenía que esperar al otoño  y bajar planeando en alguna de las hojas que cayeran.

         Esto fue para mí un terrible golpe a mi curiosidad ya que a la duda que me angustiaba, se le agregaban ahora, dos más.

Primera:” ¿Mi árbol habría tenido o no, alguna vez encima un elefante?

Como yo lo miraba y no le veía paquidermo ninguno encima, a mi atormentada mente, otras dos otras cuestiones más la acechaban.

¿Habría tenido alguna vez uno y se había bajado en algún otro, otoño pasado, o nunca habría tenido ninguno?

         La cosa iba de mal en peor, antes tenía solo una duda que ya me atormentaba suficiente y ahora tenía dos más!

¡Para qué diablos habré escuchado esa conversación  sobre el elefante! Si no la hubiera escuchado, ahora tendría solo una duda, ¡terrible y que me carcomía, es cierto!, pero una sola y no tres como ahora!

¡Sí, como ahora! Porque es una duda que me carcome y me persigue aún hoy…

A través del tiempo- esto lo he leído en varios lados- las manzanas se las ingeniaron para infernizar a las gentes de las diversas etapas históricas… ¡Y ya desde el principio!, ¿eh? Porque según cuentan, cuando se inventó el mundo, alguien había puesto un tremendo árbol de manzanas en un jardín, pero estaba prohibidísimo arrancar y más aún, comer unas de esas frutas. ¡Pero digo yo! ¿No?, ¿A quién en su sano juicio se le ocurre poner tremendo y atractivo árbol frutal en un jardín y prohibir expresamente tocarlo?

         ¡Y la cosa de la prohibición era jodida en serio! Porque una tipa una vez, arrancó una manzana y se la dio a comer al marido ¡y se armó tremendo relajo que sigue hasta hoy en día! Por comerse esa mísera manzana de morondanga, los echaron del jardín aquél, y al hombre lo obligaron a ganarse el pan con el sudor de su frente, o sea laburando, esa fue la maldición a la que lo sometieron, y a la mujer a parir a sus hijos con dolor… ¡Y todo por una manzana de mierda!

         Tiempo después… la bendita, roja y tentadora fruta, fue a buscar sarna pa´rascarse al Monte Olimpo, donde vivían todos los dioses griegos. ¡Justo ahí!

Bueno la cosa es que los tipos, tenían una competencia de, ¡vaya uno a saber que! porque esos tipos si no estaban en alguna guerra, estaban compitiendo por lo que sea. Entonces pues, hubo una diosa a la que llamaban ERIS, que hizo una manzana de oro y la ofrendó como premio y ¡todo el mundo encantado con la manzana de oro, la quería para sí! y ahí se armaron relajos y disputas de dimensiones homéricas.

         Después en el tiempo, hubo un tipo, un suizo, llamado Guillermo Tell que ni me acuerdo porqué o para qué, le puso una manzana en la cabeza a su hijo y le tiró una flecha con su ballesta ¡y la ensartó! ¡A la manzana!… No sé que demostró El tal de Guillermo Tell, pero me imagino el brutal “cagazo” que se llevó su hijo.

         Y como frutilla de la torta, les cuento que como si no hubiera bastado todo lo que jodieron las manzanas en la historia de la humanidad, que también se las ingeniaron para aparecerse en los cuentos infantiles, ¡me imagino que los hermanos Grim agradecidos!  Ahí, parece que una minita estaba tranqui en el frente de su casa, vaya uno a saber si esperando al diariero o tomando el sol, ahí viene una bruja y le regala una manzana que estaba envenenada y la droga a la pibita esta. ¿Pero en qué cabeza cabe, che? Viene un bruja desconocida, le da una manzana y la piba no solo se la acepta, sino que también le da un mordisco… ¡Hay que ser boluda! ¿No?

         Y ni les cuento de esa viñeta histórica que dice que Sir Issac Newton, descubrió la ley de la gravedad, cuando estaba sentado bajo un manzano y se le cayó una de sus frutas en la cabeza. Y que hay revisionistas históricos que dicen que la ciencia debía de agradecer a que las sandías no crecen en árboles como las manzanas y que el árbol debajo del cual estaba sentado Newton, era uno de manzana y no de sandía… ¿Se imaginan sino? ¡Pobre Newton!

Estas apreciaciones ya arrojarían un poquito más de luz a mis interrogantes, porque ahora ya sé cómo se bajan las manzanas de sus árboles, y parece que ni siquiera tienen que esperar al otoño, ni depender de bajar planeando en alguna hoja y en otoño, ¡No! ¡Se caen y ta!

¡Pero todavía no sé cómo se suben!

Y todavía ese chiste asqueroso que te hacen cuando estás comiendo una manzana y  te dicen:

  • ¿Sabés que es peor que encontrar un gusano en una manzana?
  • ¡No! – decía vos inocente-
  • ¡Encontrar medio! – Te dicen los muy malvados.

Y bueno, pasaron las épocas, pasaron las situaciones, pasaron los chistes y yo todavía sigo con mi duda existencial:

  • ¿Cómo carajo harán las manzanas para subirse a su árbol?

                                             By:Eddy

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