Archiconocido en los escenarios culturales del país, es el tierno, simpático y divertido “Conejo Cultural”. Muchos han disfrutado de sus andanzas, se han regodeado con sus historias y disfrutado de fotografiarse con él. Pero, muy pocos saben cómo fue el génesis de su creación.
Como todo lo bueno generalmente salió de un accidente, o alguna circunstancia fortuita, el “Conejo Cultural” no podía ser la excepción a esta muy veraz regla.
Les cuento que estando por venir la fecha de la III Feria Binacional del Libro, en la frontera Rivera Livramento, mis amigos y yo, no recuerdo a instancias de quién de ellos, decidimos hacer una fiesta de disfraces. Ahí todo el mundo comenzó a imaginar cuál sería su personaje y que cosas haría. Tampoco recuerdo de quién fue la idea de que yo podría ser el conejo del Cuento de Alicia en el país de las Maravillas, estupendo cuento de Lewis Carrol. Y vuelvo a comentar, no recuerdo de quién fue la idea, lo que sí sé es que enseguida tuvo muchos adeptos y todos querían que yo fuera el blanco conejito compañero de aventuras de Alicia. Y, ¿vieron como es?, uno que es actor, es incapaz de negarse al clamor popular de sus fans. Y ahí me embarqué en crear el personaje y ponerlo en escena.
Fui a la modista que me hacía las ropas para cuando salía en la escola do Samba y en la comparsa de candombe y le conté de mis necesidades de vestuario.
Ella, acostumbrada a mis locuras, rarezas y ocurrencias, se embarcó conmigo en el diseño y la confección del personaje.
El personaje, como es de praxe, llevaba su sombrero de copa, su chaleco y su frac. También una capuchita para darme más idea de conejo y saliendo de la galera, las orejas. ¡Ah! y también unos guantes blancos peludos para darle un toque final a mis manos. (Debo confesar que como actor debo tener alguna tara, de las muchas que padecen los artistas, porque todos mis personajes usan guantes… ¿será algún trauma de los personajes de Disney que todos usan guantes? Pero insistí en que también llevara en la parte de atrás del frac un rabo de conejo.
-¿Te parece?-me respondió asombrada la modista-
-¡Si sí!-Le respondí yo muy seguro-¡vos dale!
Y ante su duda de colocarle el rabo al disfraz le dije:
-¡Mirá! El rabo va a ser todo un suceso. Ese tipo de cosas despierta el morbo en la gente, ¡la gente toda! ¡Y les encanta!
Como ella aún estaba medio reticente a ponerle el rabo, le remaché la idea diciéndole:
- ¡Mirá! Todo el mundo lleva dentro de sí, un relajado y un morboso, un depravado en potencia, unos más y otros menos, le dije señalándome primero a mí y luego a ella.
Esto la divirtió mucho y acabó con su resistencia a poner el rabo.
Esto que le dije se convirtió en una regla de oro entre los asistentes a mis espectáculos. Cuando me aparezco en escena, meneando mi rabo, (y propositalmente les doy la espalda y lo sacudo) la gente delira, se matan de risa y noventa y nueve coma nueve, nueve, nueve, nueve, fracción decimal periódica constante, no se abstraen de querer tocarme el rabo.
-¿No les dije? ¡Dentro de cada uno de nosotros anida un relajado o morboso y un depravado en potencia!
Pero bueno, me fui por las ramas, preparé a mi personaje para hacer furor en la fiesta. Ya todo el mundo había elegido sus personajes y la propuesta era muy variada, de manera que sería una fiesta de disfraces de ¡padre y señor nuestro! Inclusive una novia que tenía por ese entonces había decidido ser Alicia, por lo que seríamos una pareja estelar.
¡Mal podía esperar para el día de la fiesta, ya me veía, yendo en la moto vestido de conejo!
¡Ay mis amigos!, ¡No me lo van a poder creer! Resulta que los delincuentes y vagos de mis amigos, por hache o por be, ninguno se pudo hacer o terminar su disfraz…
¡Adivinen entonces quién era el único pelotudo disfrazado en la fiesta! ¡Te digo que estas cosas solo me pasan a mí!
Pero bueno, así como el Genial José Enrique Rodó, en su parábola de “El niño y la copa”, canta a la creatividad del niño venciendo a la frustración y transformando a la otrora cantarina copa ahora llena de arena en una hermosa maceta… Así también hice yo.
Tenía un bellísimo personaje pronto, solo tenía que crearle una historia y ponerlo en escena.
Así entonces, nació un cuentacuentos a quién decidí llamar “El Conejo Cultural” y que estrené en la tercera Feria Binacional del Libro.
Cuéntoles que, “El Conejo Cultural” también paseó su charme y más divertidas ocurrencias, no solo en las siguientes ferias Binacionales del Libro, sino que también lo hizo en la Feria del Libro de Montevideo, en la feria infantil, así como también en la de Durazno y varios eventos