LA MISION MILITAR URUGUAYA Y EL SUBMARINO ALEMÁN, 1918

En 1918, con el fin de conocer los nuevos conceptos aplicados en los frentes de guerra, observar y estudiar el desarrollo de la que luego se llamaría Primera Guerra Mundial, el gobierno del presidente Feliciano Viera envió a Francia una misión militar integrada por el Jefe del Estado Mayor del Ejército, General de Brigada Julio Dufrechou (quien la presidía), el Jefe del Batallón de Infantería Nº 8, Coronel Francisco Borques, el Jefe del Regimiento de Artillería Nº 3, Coronel Julio Núñez Brian, el Jefe del Regimiento de Artillería Nº 5, Coronel Héctor Marfetán, y el Director de la Escuela de Aviación Militar, Capitán Juan Manuel Boizo Lanza.
La misión zarpó hacia Europa el 3 de marzo de 1918 en el transatlántico español “Infanta Isabel de Borbón”, que formaba parte de la Compañía Transatlántica de Antonio López, representada en el Río de la Plata por la Agencia Marítima Dodero. Con un desplazamiento de 10.348 toneladas, 147 metros de eslora y 19 de manga, se propulsaba con tres hélices accionadas por dos motores a vapor de triple expansión y una turbina de baja presión, alcanzando una velocidad crucero de 17 nudos. Fue botado en 1912 para cubrir la ruta regular de Barcelona a Buenos, con hasta 250 pasajeros en primera clase, 100 en segunda y 75 en tercera. Estaba al mando del Capitán Emilio Deschamps.
El viaje se desarrolló sin inconvenientes, como era de presumir para un barco de pasajeros de bandera neutral, aún en el medio del océano Atlántico, teatro de guerra submarina. El buque hizo las escalas previstas en Río de Janeiro y Santa Cruz de Tenerife, previéndose también hacerlo en Cádiz antes de arribar a Barcelona.
Dieciocho horas después de haber dejado Canarias, el buque fue interceptado por un submarino alemán, obligando al “Infanta Isabel de Borbón” a detenerse tras dos cañonazos de advertencia. Para el pasaje, este fue una situación curiosa, que se convirtió en dramática para la misión militar uruguaya.
El U-157 era un sumergible de la clase “Deustchland”, de 1.440 toneladas de desplazamiento, un modelo ya viejo y lento, armado con un cañón de 150mm, dos tubos lanzatorpedos Tipo G (553mm) y dos ametralladoras de 12,7mm. Estaba al comando del Capitán de Corbeta Max Valentiner (3º As submarinista alemán sobreviviente de la guerra).
Cando desde el U-157 avistaron un vapor que se aproximaba, el Capitán Valentiner dio la orden de detenerlo para registro, lo que se hizo mediante advertencia artillera. Al aproximarse al transatlántico detenido, pudo observar el pabellón español. España era un país neutral pero simpatizante de Alemania por su animadversión hacia Francia. Igualmente, para comprobar que no se tratara de un engaño, ordenó que le trajeran la documentación del buque, orden normal en tiempo de guerra.
El Capitán Deschamps envió en un bote al 1º Oficial, Fermín Casals, con la documentación solicitada, regresando al poco rato la embarcación con una dotación de registro integrada por los Tenientes Olrichs y Kosbardt y el médico (que hablaban español), dos telegrafistas y tres marineros armados, quedando Casals en el submarino. Como era mediodía, fueron invitados a almorzar, aceptando los alemanes, lo que sirvió para distender la tensión existente en el pasaje, para dar lugar a una gran sensación de curiosidad que rompió la monotonía del viaje.
Luego del almuerzo, los telegrafistas, que habían revisado los documentos de los pasajeros, llevaron al Teniente Olrichs los pasaportes de la Misión Militar Uruguaya y sus visados para Francia, país enemigo. Uruguay había roto las relaciones diplomáticas con el Imperio Alemán en octubre de 1917, encargándole a Suiza los asuntos consulares ante Berlín, lo que no significaba que pudiera ser considerado beligerante. Enterado del hecho, el Capitán Valentiner ordenó conducir al submarino al General Dufrechou, pero al tomar conocimiento de esto los demás integrantes de la misión se solidarizaron con su Jefe y lo acompañaron en la detención.
A bordo del U-157 fueron recibidos por el Capitán con una colación, que sirvió para romper la rigidez protocolar y dramática del momento que vivían cinco militares uruguayos de tierra dentro de un submarino en el medio del océano.
El Capitán Valentiner invitó al General Dufrechou a viaja a Alemania en el submarino, en calidad de “pasajero de 1º clase”, una forma elegante de decir “prisionero de guerra”, situación a la que se auto invitaron Borques, Nuñez Brian, Marfetán y Boizo Lanza insistiendo en que no habrían de separarse de su Jefe. Valentiner resultó sorprendido por esta actitud. Entonces, sopesando la incomodidad que significaría para el submarino llevar pasajeros de tal categoría en el largo viaje hasta su base, en Kiel, ofreció al General Dufrechou dejarlos seguir viaje a cambio de la palabra de honor de que no irían a Francia u otro país enemigo de Alemania.
Ante la imposibilidad de otra salida más honorable, el General Dufrechou accedió, dando su palabra de honor y se cerró el trato con un apretón de manos, como correspondía entre caballeros por entonces. Todo el episodio duró menos de una hora, al cabo de la cual los cinco militares uruguayos más el oficial mercante español regresaron al “Infanta Isabel de Borbón”. Después, ambos buque continuaron sus respectivos periplos.
El transatlántico liberado arribó a Cádiz el 24 de marzo, pero debido a huelgas en las comunicaciones en España, la noticia de lo ocurrido no llegó a Montevideo hasta el día 26. El Canciller de Uruguay, Dr. Baltasar Brum, inicio los trámites correspondientes por vía de Suiza para liberar la palabra de honor arrancada bajo la presión de las armas al General Dufrechou. Entretanto, la Misión Militar Uruguaya realizó visitas protocolares y profesionales en España.
El 25 de abril de 1918 el Ministerio de asuntos Exteriores de Alemania rectificó lo actuado por el Capitán Valentiner, comunicando a la Legación Suiza en Berlín el levantamiento del compromiso contraído por la Misión Militar Uruguaya, la que finalmente se trasladó a Francia en mayo de 1918, cumpliendo con el cometido primario del viaje.
La Misión cumplió su tarea permaneciendo en Europa hasta después de terminada la guerra, concretando compras de material bélico, obtención de becas de estudio, etc. Entretanto, en agosto de 1918 el Capitán Juan Manuel Boizo Lanza ingresó a cursos en la Escuela de Combate Aéreo de Pau, donde perdió la vida en un accidente de aviación en 10 de agosto de 1918.
En 1931 y luego de la llegada de la República al gobierno español, el “Infanta Isabel de Borbón” fue rebautizado “Uruguay”. Continuó cumpliendo con la línea a América del Sur hasta 1934, pero con motivo de la Guerra Civil fue requisado por el gobierno y amarrado en el puerto de Barcelona para servir como cárcel. A raíz de un bombardeo nacionalista, fue hundido el 23 de enero de 1939. Su gemelo y compañero en la línea Barcelona – Buenos Aires, el “Reina Victoria Eugenia” fue rebautizado “Argentina” también fue destinado a buque cárcel, pero sobrevivió la guerra y fue vendido como chatarra en 1945.

Fuente: C/N (R) Gustavo Yori

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