A veces la inspiración uno va a buscarla o la trata de hacer venir. Otras, ella aparece solita, llega y te hace fantasear sobre un tema y ahí te das cuenta de que es el tema sobre el que tenés que escribir y las pautas y las ideas vienen en sucesión. Se agolpan y como una manada desbandada te vienen las ideas a lo loco, entonces, las vas hilvanando como podés, a veces te da tiempo de hacer algunos apuntes, otras, tenés que confiar en la memoria para acordarte de las ideas secundarias y de los disparadores. A mí, todo me llama la atención y suelo fantasear mucho con todo lo que veo. Pasear por las calles y mirar mi entorno, me llena de ideas que no siempre consigo plasmar en un cuento. De todas maneras, creo mucho en el poder del destino y cual Don Quijote, dejo al ¨Rocín¨ de mi imaginación enveredarse hacia donde se le dé la real gana y la sigo atento a lo que me muestre. Trato de darle al relato alguna forma primaria, intento recordar lo más exactamente posible ese rapto de inspiración, pues es la veta más pura de donde sale la narración. Así que puedo lo escribo y lo voy corrigiendo y dándole forma, pero siempre guardando el bosquejo primario que me inspiró. Para mi primer, ¨Crónica del Carajo¨: ¨Aires acondicionados y funcionarios públicos¨, la inspiración vino solita y el disparador para que estallara el proceso creativo, fue el hecho de que nunca se ponían de acuerdo en la oficina en que trabajaba sobre la temperatura que debía tener el aire acondicionado; porque si para unos el ambiente estaba como para criar pingüinos, para otros era poco menos que un viaje por las arenas del Sahara. Y todos estos razonamientos tan disímiles en el correr de una sola tarde me obligaban a subirles y a bajarles la temperatura del equipo a cada rato. Para no incomodarme con tal situación, comencé a escribir lo que se me ocurría en una hoja, dejé volar mi imaginación y dejé rodar suelta la ironía, el humor y la crítica ácida y lo demás vino como por añadidura. Una cosa trajo la otra y esa, a otra más y cuando quise acordar tenía escrita una crónica. Durante muchos años, había intentado escribir alguna cosa seria, algo parecido a como lo hacen los escritores, ¡qué se yo! Pero el resultado, fueron cientos de intentos de textos a medio escribir, que murieron de frustración al quedar estancados y sin más inspiración. Con esta experiencia de haber escrito esta primera crónica, comprendí que mis anteriores fracasos se debieron a que no dejé fluir mi tema, mi esencia que es el humorismo. En éste primer trabajo, fui mordaz, creativo y un ácido crítico, dejando que mi esencia fluyera y fuera dominando y creando las situaciones, pero nada forzado, nada creado para que sonara bien. Solamente lo dejé salir y lo fui tutelando un poco, para que tuviera algún orden y nada más. Creo que fue en ese momento que comprendí como era la mecánica de la creatividad, por lo menos para mí. Y así seguí escribiendo y lo fui haciendo siempre dejando que las circunstancias me dictaran las situaciones y yo solo lo iba escribiendo. Escribí a partir de ahí y escribí muchísimo, creando textos y más textos sin saber catalogar lo que escribía, solo creaba y creaba. Cierto bendito día, asistí a un taller de literatura dictado por el profesor Lauro Marauda, quién me enseñó que lo que yo escribía era literatura fantástica y aquellos relatos entraban en la categoría de crónicas. Poco a poco fui aprendiendo a plasmar esas locas idea que me venían de vez en cuando al ver o pensar en diversas cosas de la vida. Siempre siguiendo la inspiración momentánea, nunca forzando la imaginación a crear algo. Siempre siguiendo ese loco impulso que viene como un huracán que amontona ideas, desparrama situaciones y luego se va. Entonces, si no estaba atento, si no recordaba o bosquejaba las ideas, después ya era tarde. Cierto día de tardecita, venía yo caminando de regreso a casa desde el trabajo, mientras venía jugando y observando mi sombra alargada por el efecto de la altura del sol, cuando un auto pasó por encima de mi sombra y eso actuó como disparador y me puse a fantasear con que les pasaría a las sombras cuando eran atropelladas por los autos y de esta locura salió el cuento: ¨La sombra atropellada¨. Cierta otra vez, esperando pacientemente en la cola de la caja de un supermercado, donde las colas parecían no moverse más, para no incomodarme, me puse a fantasear sobre el movimiento de las filas, donde al final de todo, allá lejos, la cajera y su registradora, parecía alguien que manejaba un demonio que devoraba a las personas y a sus compras. Y locura va, irracionalidad viene, nació el cuento: ¨La fila del súper¨ Ya en mi cuento: ¨La Princesa de la luz de luna y el Caballero de algún lugar¨, otros gallos cantaron, porque me apasioné por una vendedora de libros en la Feria Binacional del Libro y volando en alas del amor, todo es más etéreo y la imaginación corre desbocada por donde se le da la gana. En fin, mi pasión nunca fue correspondida, pero me quedó el cuento y unos maravillosos recuerdos… En el cuento: ¨Puertas que acechan¨, la inspiración me vino recordando una escena de una película de dibujos animados de Disney, ¨Monster¨ y allí, fui fantaseando con la escena y lo que podría pasar detrás de aquellas puertas. En fin, creo que, para mí, eso de escribir, viene de estar atento a las cosas que pasan y de cómo fantaseo con ellas y es una fuente rica y prolífica, ya que mi imaginación, ella solita, sin que yo me lo proponga juega con las realidades y las situaciones del día a día. Yo solo debo de estar atento a prestarle atención a lo que mi lúdica, imprevisible y prolífica mente me sugieran. Y cuanto más disparatada pueda ser la idea, parece que mejor será el texto que me sugiera.
By:Eddy