AJEDRÉS INFERNAL

Corría el año 1756 y la brumosa Gran Bretaña, vivía sus temores y su vida agitada. Londres, su capital, a orillas del río Támesis, no escapaba al influjo del clima imperante en aquellas latitudes. Sucede que la poderosa y cálida corriente del Golfo de México, que atravesaba el Atlántico Norte, se encontraba en las inmediaciones de aquellas islas, con la corriente del Labrador que había ascendido hasta el círculo polar Ártico y bajaba gélida por las costas de Noruega. El encuentro de aquellas dos masas de agua de diferentes temperaturas no daba en otra cosa que en la archi-famosa niebla que impregna siempre a las islas británicas. Por aquellas épocas, en aquellas brumosas tierras, se vivía toda una agitación religiosa, donde la caza de Brujas, los hechizos, las persecuciones religiosas y los temores de ser presa de algún conjuro o ser poseído por el demonio, tenían a la población bastante agitada y amedrentada. Brujas, fantasmas y posesiones demoníacas, se veían, se hablaban y se temían en cualquier cosa. La obtusa mentalidad de las personas era alimentada a diario por la iglesia, la cual los tenía a todos presos de miedo de todos y de todo. Las representaciones demoníacas y el mismísimo Lucifer, se les podían aparecer en cualquier momento. Podrían ser algún extranjero hablando diferente, o alguien proponiendo algún juego o alguna apuesta de algún tipo, de las que se valían las huestes de Belcebú con el solo objetivo de adueñarse de sus almas para entregárselas a su amo y señor Satanás. Entre estos miedos y los escasos adelantos científicos de aquel siglo, la población londinense iba pasando sus días y sus noches. Una de las diversiones más tradicionales, era el juego de ajedrez. No había sala de juegos, taberna o Pub que no tuviera sus tableros y sus fichas para que sus parroquianos lo jugaran mientras bebían. Cierta noche, en un famoso Pub de la avenida Paddignton, en el centro de Londres y llamado ‘’Peón Rey 4’’, en honor a esa jugada sobre el tablero, se encontraban sus parroquianos, bebiendo y abocados al juego de su entretenimiento favorito, el ajedrez. El mencionado pub, era una enorme casa colonial, el más típico estilo inglés y de dos plantas. En la de abajo, estaba la barra y los bebedores más ruidosos y comunes, ya en el segundo piso, reinaba el más absoluto silencio, ya que en las mesas todas había personas jugando ajedrez y muy imbuidos en las jugadas y movimientos, tanto de los suyos como los de su eventual contrincante. Cuando el reloj de la punta de la barra dio la media noche, repentinamente de par en par la puerta del Pub. Asombrados y asustados los parroquianos se dieron vuelta hacia la puerta donde una corriente de aire hizo entrar unas bocanadas de niebla y algunas hojas que el otoño había hecho caer y tapizaban las veredas de la ciudad. Un poco después, apareció en la puerta abierta una figura alta, que se movía hacia adentro con movimientos pausados, cadenciosos y deliberadamente lentos, casi felinamente… La extraña figura, venía enfundada en una larga capa de terciopelo rojo que le llegaba casi hasta los pies y cuya capucha, dejaba en un cono de sombra el rostro de quién la usaba… Al llegar a la barra, se quitó la capucha y las personas que allí había, se quedaron boquiabiertos, absortos y en un silencio sepulcral, al ver emerger de aquella capucha a una mujer bellísima, como muchos juraron nunca habían visto antes… Sus crespos, abundantes y largos cabellos, eran del color rojo del fuego y al moverlos, sus reflejos parecían llamaradas. Sus ojos, vivaces, profundos y escrutadores, tenían el color verde de las esmeraldas y los cuales también parecían chispear. Sus sensuales y abundantes labios, lucían un color rojo carmesí que parecían brasas que ardían. Ya recostada a la barra, dejó caer su capa que cayó a sus pies y dejó al descubierto un bellísimo cuerpo de mujer, alta, esbelta y muy blanca, enfundada en un largo vestido de noche muy negro y brillante, lo que hacía resaltar aún más la blancura de sus hombros y la parte de sus brazos que no estaban enfundados en aquellos guantes de seda negros y largos que le llegaban casi hasta los codos. Ante la asombradísima y atenta mirada de los presentes, colocó su pequeña cartera sobre la barra, la abrió y sacó de ella, una larga boquilla de marfil en la que insertó un cigarrillo que sacó de una trabajada pitillera de plata. Paseó su mirada lenta y provocadoramente por su cautivo entorno, y lo posó sobre el cantinero, al cual le pidió con una voz sensual, pero penetrante y de mando, que le sirviera una copa doble de la bebida más fuerte que tuviera. El cantinero, saliendo de su encantamiento con la visita, buscó entre las botellas que allí tenía y sirvió una doble medida en una copa, que puso frente a la misteriosa dama. Ésta, agradeció y solicitó fuego. El hombre de la barra encendió un yesquero y lo acercó a la dama. Ella, en un juego de seducción, colocó su mano debajo de la del barman, como para sostenerla, mientras encendía su cigarrillo… Cuando lo hubo encendido, continuó sosteniendo la mano a propósito, entrecerró los ojos, y como ronroneando le dio las gracias… El cantinero, había sentido todo un estremecimiento al ser tocado por aquella ‘’Femme fatale’’ como si hubiera sido tocado por un rayo… La visitante, dio un par de pitadas y luego lanzó una serie de círculos hechos con el humo del tabaco. El resto de la clientela y el cantinero incluido, que continuaban embelesados y totalmente cautivados por la misteriosa y sensual pelirroja corearon en conjunto una interjección cuando ella hizo aquella seguidilla de aritos con el humo. Pero una interjección general y en voz alta, así como un destello de ojos desorbitados fue el resultado expresado por todos, cuando la mujer, con ese estilo y ese inconfundible gesto que tienen los grandes bebedores, levantó su copa, la apoyó en sus labios y de un solo trago se tomó todo aquel alcohol tan fuerte mientras no quitaba la mirada de su cautivo público sin inmutarse… Apoyó nuevamente su copa en el mostrador de la barra y con seductora voz, nuevamente se dirigió al cantinero y le ordenó: – ¡Otra! Después de haber bebido tres veces de aquella ostentosa manera, pregunto en general: – ¿Se juega ajedrez aquí? ¡Fue unánime la respuesta! -Siiii! La mujer de negro preguntó quién era el mejor de los mejores en aquél juego de los que frecuentaban allí. El cantinero no dudó en responder que era Lord John Thomas Riddintong y que justamente en ese momento, se encontraba jugando en el piso superior del establecimiento. Comuníquele- dijo la extraña- que la condesa Lived desea desafiarlo a una partida. Ipsofacto, el cantinero subió las escaleras al piso de arriba, a llevar el mensaje. Lord John Thomas Riddintong, estaba finalizando una partida con un magistral movimiento llamado: ‘’Mate Pastor’’, donde en tan solo tres movimientos, se le da: ‘’Jaque Mate ‘’ al adversario. El Lord, había servido como oficial médico en el ejército de su Majestad en su juventud, aunque ahora ya estaba retirado de su profesión y jubilado Y así como el ‘’Five o´clock tea’’, el famoso té de las cinco de los ingleses, Lord Thomas también había paseado por esos esos mundos por los que anduvo, su tablero de ajedrez, jugando con las más increíbles personas en los lugares más inverosímiles que se puedan imaginar. Dicho entrenamiento y experiencia, hizo de él, un tenaz e imbatible ajedrecista. Últimamente había llegado a agobiarse de jugar, ya que sentarse a jugar una partida, con quién fuera, era sólo un acto administrativo ya que era siempre Lord Reddintong quién ganase la partida. Entonces pues, el hecho de que apareciese un nuevo contrincante y con tan buenas credenciales, era poco menos que una bendición. De manera que aceptó gustoso el desafío de aquella extraña mujer, deseando que fuera un contrincante a su altura. Hechas las presentaciones, servidas las bebidas, encendidas la pipa del Lord y el cigarrillo de la dama, comenzó el juego. Desde el primer momento del juego, Lord John Thomas Reddintong, comprendió que estaba ante una inteligentísima, experimentada y feroz contrincante. A medida que iba desarrollándose la partida, la conversación fue fluyendo entre ambos y el ex oficial médico, comprendió que no solo era excelentísima la técnica y el conocimiento de la condesa Lived, sino que también su inteligencia y sus conocimientos estaban afiatadísimos. Asombradísimo ante los avances y los retrocesos de las jugadas, de la inteligentísima conversación con su oponente y lo que se iba dejando traslucir de la conversación, el ex militar llegó a la comprensión de que estaba enfrentando en aquella partida, al archi conocido rey de las ardientes profundidades del infierno, al mismísimo Satanás. ¡Qué tonto había sido! – se dijo a si mismo- La condesa Lived había usado aquel chascarrillo para burlarse de todos, ya que “Lived”, era al revés: “Devil” que en inglés significaba: Diablo, Satanás, Mefistófeles, el Demonio o como quiera que se llame al señor de los infiernos. A esa altura de las circunstancias, temía no solo perder la partida, sino también su alma, con aquél poderosísimo ser, que habiendo tomado aquellas lujuriosas formas y comportamientos, debería de estar regodeándose de haber cautivado a tantos tontos. De momento, el aplomo del ex médico militar, vaya uno a saber si logrado a través de enfrentar dificilísimas coyunturas en la guerra, nada daba a entender a nadie, sobre su descubrimiento, ni a la condesa, ni al enjambre de tertulianos que rodeaban el tablero observando con avidez aquél impresionante juego. La verdad sea dicha, por dentro, el Lord estaba muy preocupado y con mucho miedo de lo que pudiera suceder. Después de todo, no es siempre que uno es desafiado por el mismísimo Satanás a una partida de ajedrez. Según sus cálculos, lo único que lo iba manteniendo vivo y aún dueño de su pobre alma, era el hecho de que aún no lo había vencido su oponente. Pensando así, jugando así, posicionándose así, fue llevando el juego. De repente, posicionando las piezas de tal forma, que, pareciendo un fatal descuido, el Lord finalizó su movimiento adelantando su Rey. Estratégicamente colocada en el costado del tablero en la misma fila en que el noble había colocado su Rey, estaba una torre de la Condesa, quién solo tuvo que moverla en lateral para ponerse frente al Rey y dejarlo en posición de “Jaque Mate” … En el mismo momento en que la condesa posiciona su torre frente al Rey, percibió una cosa y se levantó de un salto, emitiendo un descomunal alarido y dando unos chillidos infernales y perdiendo ya todo el decoro, corrió hacia la ventana saltando a través de ella haciendo trizas el cristal y cayendo al vacío. Todos totalmente aterrorizados no entendían nada, ni daban crédito a lo que sus asombrados ojos veían. Unos corrieron hacia la ventana para mirar hacia afuera y ver el cuerpo caído, otros, bajaron corriendo escaleras abajo, para acercarse al cuerpo caído en la acera, y ver el cadáver de la extraña mujer… Ni los de la ventana, ni los que bajaron a la vereda pudieron ver nada, solo los trozos hechos añicos del cristal de la ventana. Cuando todos volvieron a la mesa de juego, allá estaba Lord John Thomas Reddintong, sentado y mirando la jugada que había salvado su vida y su alma. Había posicionado durante el juego, sus piezas sobre un eje mayor, atravesado por otro eje menor que lo atravesaba en perpendicular y cuando la condesa hizo su último movimiento al posicionar su torre frente al Rey del Lord, terminó de formar, lo único que forman dos líneas que se cruzan en perpendicular… ¡Una cruz!

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